Las escuelas están a prueba. Menos jerarquía y más trabajo en red para innovar.
Sin lugar a dudas que la crisis del COVID-19 ha sido la mayor crisis que enfrentado el mundo después de la Segunda Guerra Mundial. Una crisis que en educación escomparable con un terremoto que tiene por el piso los niveles de aprendizaje de los estudiantes. Según la Agencia de la Calidad los alumnos de enseñanza media no alcanzaron el 60% de los aprendizajes necesarios del 2020. Esto después de analizar los resultados del Diagnóstico Integral de Aprendizaje.
Esta es una prueba inédita para los profesores y directivos, para los estudiantes y sus padres ¿Cómo responder adecuadamente para reconstruir los niveles de aprendizaje de los estudiantes? ¿Cómo deben coordinarse e innovar los profesores para sacar adelante a todos y a cada uno de sus estudiantes? Lamentablemente la respuesta no esta escrita en ningún protocolo y debe ser creada.
Esta es un desafío épico para el liderazgo escolar, habilitar a las escuelas para levantar los aprendizajes de los estudiantes en contexto de pandemia . No se trata sólo de buena voluntad o pasión educativa a la hora de innovar. Se trata de un rediseño inteligente y flexible del trabajo de profesores y estructuras de coordinación.
Lo tradicional no es insuficiente
Abordar esta crisis con la misma estructura jerárquica tradicional de coordinación es cómo presentarse a una prueba sin haber estudiado y dar respuestas solo con conocimientos previos. Eso no ayuda. Pues, el modelo tradicional dónde un líder o un grupo pequeño que comparte el poder, el conocimiento, el buen juicio y las buenas decisiones para conducir a la escuela funciona muy bien cuando las variables son estables y los resultados son predecibles, pero no en medio de una crisis como la que estamos enfrentando.
Estamos en un contexto de incertidumbre y complejidad donde se formulan nuevas preguntas, para las cuales no tenemos todas las respuestas. Por esto, limitarse a lo que se sabe hacer, y por consiguiente planificar, dar instrucciones y supervisar con el mismo modelo previo a pandemia, resulta insuficiente para para todos los integrantes de las comunidades escolares.
Las escuelas poseen una estructura jerárquica herencia de la revolución industrial de los comienzos del siglo XX, dónde se vio la necesidad de instalar una estructura que permita producir sistemáticamente de manera masiva productos de consumo. Lo que había que hacer estaba claro. Por lo tanto, se necesitaba fundamentalmente un jefe, un grupo de coordinadores y una gran cantidad de mano de obra que produjera de la manera más eficiente, en el menor tiempo posible y sin generar problemas.
Pero en este siglo XXI cuando estamos enfrentando los desafíos de la cuarta revolución industrial y se nos suma una pandemia, no está tan claro que es lo que hay que hacer. Entonces, si miramos la crisis actual con su estructura jerárquica tradicional, resulta insuficiente a todas luces por qué no contar con todas la capacidades necesarias, ni todo el conocimiento, ni todas las habilidades para responder al desafío.
La esperanza está en la Red
Para responder con agilidad estratégica y creatividad es necesario potenciar el trabajo en red al interior de cada colegio más allá de las estructuras tradicionales. Esta crisis es una invitación al trabajo en red, a la participación, a la transparencia, a las conversaciones. En la medida que hay un propósito común, que se comparte el conocimiento y se dan espacios para la autogestión de grupos, las respuestas a la crisis aumentarán, el aprendizaje colectivo se incrementará y la adaptación al cambio fluirá.
Para esto, es conveniente promover muchos voluntarios para abordar los problemas, no sólo los de siempre. Dar espacios de autonomía a pequeños grupos que comparten un propósito y un desafío común. Apoyar con un liderazgo de servicio que proporciona de los recursos necesarios y soluciona los problemas que no permiten avanzar al equipo.
Resumiendo, para enfrentar con éxito esta crisis sin precedentes las escuelas están llamadas a innovar más allá de las estructuras tradicionales de organización, habilitando equipos en espacios de participación y colaboración voluntaria, para que trabajando en red busquen las respuestas a las preguntas de este nuevo contexto.